Juan Luna Cardenas
L a l e y e n d a D e l o s P r i n c i p e
s
b e n e f a c t o r e s
Leyenda
Aztekatl-Metzika |
Ha muchos siglos, en el rincón de la Tierra del Sur,
existía una
población importante, vivían entre las costas del
Pacífico y los grandes ríos
de Tekuanapan (Río de las fieras) y el Ayutlan (Río de
Tortugas), en un paisaje
maravillosamente variado como si la Tierra se hubiera arrugado por la
ola de
montañas graníticas que la cubre y entre ellas,
fértiles valles o llanuras
próvidas.
Dejaron en
su existir huellas
indeleblemente marcadas en la escritura de sus peñas, historia
de sus vidas
alegres, y de sus penares naturales.
Cuéntase que: Malos tiempos llegaron, lejanos vientos
llegaron y como
eran caliginosos tostaron los árboles y las plantas, no
había lluvias, las
nubes se habían fugado y el suelo se calcinaba, el hambre
amenazaba, las
tortugas se escondieron, los venados huyeron, ya no había presas
que cazar, ni
plantas alimenticias que cultivar.
Entonces las gentes Aztekatl recurrieron a pedirle a los
príncipes
mandatarios de sus Kalpulli les ayudaran o pidieran al Poderoso Manitu
intercediera para su bien.
AZAKAXOÇITL era la princesa Aztekatl de una familia que
poblaba la parte
que mira al mar, en la Región de AYUTLA, el pacífico,
formando el reinado de
TONALLAN, hacía el Occidente. Lugar donde una brisa suave y
fresca sopla hacía
el Oriente sobre la vertiente de la Sierra Madre.
La Princesita Azakaxoçitl
La
brisa es
bienhechora porque con la humedad marina que acarrea da vida
fértil a la
montaña principal que mira desde occidente a la blanca y hermosa
población de
AYUTLA. Elabora el surgimiento de flores hermosas y de aroma delicado
como la
orquídea que le llama la gente “PALOMA”. Por esa cualidad de la
brisa le
bautizaron con el nombre de AZAKAXOÇITL.
Como
la
Princesa, del reino Tonallan era muy hermosa y además
bienhechora de los
pobres, sus padres le habían puesto el mismo nombre de la brisa
marina
AZAKAXOÇITL.
El
Príncipe
KOZALTZIN, pertenecía a una familia que poblaba las laderas de
la Sierra hoy
llamada Tlapaneka y su reinado se llamaba KUAPINOLLAN
extendiéndose hacía el
Oriente a partir de los límites con Tonallan
Príncipe Kozaltzin
Este
príncipe era famoso porque se decía que poseía en
la montaña un BAÑO DORADO, de
ahí que al monte le pusieron el nombre del propio
príncipe KOZALTZIN.
Estos
dos
príncipes se conocieron cierto día que visitaban ambos la
frontera común a sus
respectivos reinos. La presencia casi vaporosa de la bella princesa,
fue como
un hada de los bosques para el príncipe Kozaltzin y a su vez la
presencia de
aquel joven corpulento y de mirar orgulloso fue para la princesa una
imagen
imborrable.
Las
comitivas de ambos príncipes se saludaron con gran respeto y con
el firme
propósito de llenar de armonía social aquel encuentro tan
especial.
Lazos
de
amistad nacieron entre los príncipes, risas y preguntas
sugestivas, que tendían
a una mayor identificación, hasta llegaron a dirimir quien
sería el primero en
alcanzar la cumbre de la montaña, allá donde cuelga la
nube llovedora como si
fuera la corona de la cima montañesa.
Muchas
veces volvieron a encontrarse y a los ámbitos limítrofes
les hizo bien la
costumbre porque se convirtieron en fértiles semilleros de
frutos como
Ahuakatl, Mezon, Tzapalotl y otras tantas frutas como los Kuamanko,
Kapulli y
otros.
Surgieron
las más notables variedades de Toronjiles, de flores azules, o
roja o blancas o
amarillas y fue impuesta la costumbre de tomar el Te de Toronjil por la
mañana
a modo de una comunidad donde todos los pobladores gozaban haciendo sus
panes y
tomando el Te Atoçietl (Toronjil; cuando la gente pobladora era
Aztekatl).
Te Atoçietl (Toronjil)
Así,
que un
día los padres de los príncipes acordaron reunirse para
considerar la necesidad
de casar aquellos jóvenes, a los ya estimados como los
descendientes de los
guardianes reales del pueblo Aztekatl que habitaba esta región y
en la cual
habían sido escritas desde época inmemorial en las rocas
las claves de su
presencia.
Los
jóvenes
príncipes realizaron el mejor sueño de su vida al formar
el matrimonio más
feliz e importante de aquellos reinos
pequeños pero puros y limpios, donde no había robos ni
crímenes, donde no había
inquinas, chismes o querellas y la felicidad reinaba en esa
época antes de las
invasiones.