Por José Serrano
La
cultura
Aztekatl se remonta a una antigüedad insospechada, más
antigua a los cálculos
que los historiadores han hecho. Toda cultura tiene sus raigambres y su
vibración mental que sobrevive a través de los tiempos;
en cada ciudad, en cada
poblado, en cada ruina donde hubo moradores, permanece una
atmósfera mental o
aura, así como cada ser humano tiene su atmósfera mental
peculiar, de sus ideas
positivas o negativas, también un conglomerado humano forma un
conjunto de
atmósferas mentales, que son las que caracterizan al lugar,
siendo por ello
simpático o atrayente, antipático o repelente.
De
paso
diremos, que de las vibraciones mentales positivas o negativas, depende
la
atracción o la repulsión entre los seres humanos.
Los
Aztekah
desde los albores de su civilización conocieron y practicaron el
poder mental,
de un modo consciente y metódico, lo aplicaban a todos los actos
de su vida.
El
niño
Aztekatl era preconcebido e imaginado por sus progenitores, con las
cualidades
y virtudes que más tarde habría de manifestar, y todo el
plano preconcebido por
sus padres, era reafirmado por la partera con palabras
proféticas. Esto es muy
de tomarse en cuenta, pues todos sabemos, que toda idea es una entidad
viva,
pues una vez puesta en acción por su pensador o creador la idea
misma reúne a
todos los elementos para su manifestación; también hemos
constatado, que la
palabra al ser expresada, su vibración sonora es el mismo
pensamiento que pasa
del plano ideal o substancial al plano físico. Ahora nos damos
cuenta del
porque de la grandeza de su cultura.
Los
griegos
apenas se aproximaron en este aspecto, pues se dice que a las mujeres
en cinta
las rodeaban de cosas bellas procurando que el ambiente les fuera
agradable,
con ello alcanzaron la belleza de su raza y el esplendor de su arte.
Actualmente
vemos, que el medio ambiente impresiona en forma directa la mentalidad
subconsciente
de las mujeres en cinta: las obras cinematográficas en las que
por lo regular
en su mayoría los artistas son altos, esas figuras impresionan a
las futuras
madres y se ha observado, que de matrimonios de estatura no muy alta
nacen
hijos que al crecer son de estatura superior a sus progenitores.
Los
Aztekah
eran maestros en el arte de pensar, la meditación les daba gran
sabiduría, por
ello su plan educativo era perfecto, pues los padres tenían
especial cuidado de
la alimentación del niño, de sus juegos y de sus labores,
las cuales eran
asignadas de acuerdo con su edad, así los tenían ocupados
en cosas útiles, una
preparación tal daba como resultado obtener ciudadanos capaces,
con sentido de
responsabilidad en todos los sentidos de la vida, pues a los doce
años de edad
el joven se bastaba así mismo y al mismo tiempo estaba apto para
dirigir y
sostener el hogar substituyendo al padre en caso necesario.
La
mujer
era educada con delicadeza femenina, hogareña, cuidadosa,
abnegada y luchadora;
cualidades que hasta la fecha perduran. La herencia Aztekatl en lo
moral y en
lo material también perduran a pesar de la invasión
más cruel que registra la
historia, pues la población fue exterminada en su noventa por
ciento; a pesar
de la quema casi total de los valiosa
códices, a pesar de la destrucción de ciudades con sus
palacios y templos
piramidales llamados (Teokalli); pues el afán del invasor ibero
fue no dejar
vestigio alguno. A pesar de todo, hoy día vemos que la
invasión solo dejó una
herencia negativa; conventos e iglesias con una casta sacerdotal, que
se está
destruyendo así misma porque su mentira y sus dogmas no
podrán seguir
encausando a un pueblo que ama el progreso y que aún está
en la pujante fuerza
y la potente vibración de un pasado glorioso, que al querer
ahogar con la
espada y la cruz, más bien lo reafirmaron y hoy por hoy se
desborda en
múltiples manifestaciones que aún no están bien
encausadas, esa ansia de
manifestación que al quedar inconclusa trata de seguir su cauce
natural,
haciendo a un lado los obstáculos que encuentre a su paso, se
puede decir sin
lugar a dudas, que la herencia Aztekatl es positiva y actual,
traspasó los
límites de tiempo y espacio y como un canto a la vida
está presente en el
corazón de muchos mexicanos.
Como
una
evidencia de lo antes dicho, lo Aztekatl perdura en lo que fue un vasto
territorio en toda la América (Ixaçilan): nombres de
ciudades, nombres de ríos,
de montañas, minerales, vegetales, etc., todo ello con sus
nombres Azteca.
ARTICULO PUBLICADO EN LA
REVISTA “RAZON” EN EL MES DE NOVIEMBRE DE 1957.